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sábado, 9 de julio de 2011

Balada para un hombre flaco Semblanza y homenaje a Facundo Cabral:


 un trovador de la paz que murió asesinado por los cultores de la violencia.


Por Sergio Varela
“La llamé a mi madre. “¿Conseguiste trabajo?” “Sí.” “¿Dónde estás?” “En Mar del Plata.”
“¿Y qué hacés?” “Soy artista.” “Ya te dije: nunca me llames cuando estés borracho.” Y
cortó”
, recordaba Facundo Cabral sobre sus inicios como artista. La casualidad, o más bien
cierta conciente manipulación del destino que caracterizó su obra y su vida se confabularon
para que su mensaje llegara al mundo. Entró a pedir trabajo al hotel, cualquier trabajo,
pero como llevaba su guitarra un conserje creyó que “había llegado el músico” contratado
para una fiesta. Cabral subió al escenario y empezó a conversar con el público, cantar
canciones, comunicarse.
Curiosamente, de niño padeció autismo hasta los 8 años. Milagrosamente curado, consagró
el resto de su vida a comunicarse con todos y cada uno de sus espectadores y oyentes
(“yo le canto y le hablo a cada uno en particular”, solía decir sobre sus performances).
Al principio, con el seudónimo de “El Indio Gasparino”, cantaba folklore en sus formatos
más comerciales, pero fue virando hacia la canción testimonial, y finalmente se convirtió
en un iluminado, un extraño predicador que cantaba, convirtiendo sus espectáculos en
experiencias trascendentales más que en entretenimientos.
“Soy un agitador espiritual. No vine a destruir sino a agitar para construir. Totalmente fuera
de la política. Y creo fuertemente en lo que dijo Jesús: la humanidad es una sola familia.
Y eso es lo que vivo. Trato de contagiar ese estado de felicidad”, solía comentar cuando
era entrevistado por la prensa.
La felicidad de quien fue autista y finalmente logró que “le pagaran por hablar” en sus
espectáculos. La felicidad de quien sobrevivió un viaje con su madre a Tierra del Fuego
en el que murieron 4 de los 7 hermanos que acometieron la travesía. La felicidad de quien
conoció a su padre a los 46 años.
Después de aquel viaje a Tierra del Fuego, su madre padeció el acoso de un tipo que
quería que ella mantuviera relaciones a cambio de sostenerla económicamente. Allí escuchó
hablar de que “ahora hay un presidente que da trabajo, y las mujeres pueden trabajar”. Salió
entonces en busca de Perón, y como no lo pudo entrevistar en la Casa de Gobierno, lo
encontró en un acto en La Plata. Trepó al auto descapotable y lo encaró: “¿Hay trabajo?
” Evita dijo: “Por fin uno que pide trabajo y no limosna. Claro que hay trabajo: trágianlo
mañana Buenos Aires”. Al día siguiente, Facundo le contó su historia a Evita quien mandó
a buscar en avión a la familia y la trasladó a Tandil, donde la madre obtuvo empleo formal
como portera en una escuela. Años después, Cabral recordaría a Evita junto a otra gran
mujer política, referente del socialismo tercermundista: “A la señora Indira Gandhi le
encantaba desayunar conmigo, me invitaba muchas veces para que le contara historias
de Eva Duarte, a la que admiraba de forma profunda, tanto como yo la admiré. Cuando
ya le conté todo cuanto supe de Evita, comencé a inventarme bellas historias de ella, pensando
que la señora Indira no se iba a dar cuenta. Un día, la señora Indira me dijo: “Facundo, te
espero mañana para desayunar, espero me sigas contando historias de Evita... aunque sean
inventadas.”
En la adolescencia cayó en el alcoholismo, y por robar unas botellas terminó en el correccional
de Azul, donde un jesuita le enseñó a leer y tuvo una transformación personal similar a la
de Malcom X, que aprendió el significado de cada una de las palabras del diccionario durant
e su paso por la cárcel. Este jesuita lo hacía dormir en la Bilbioteca, rodeado de libros que
cantante definió como: “mudos para mí”. Allí nació su amor por la palabra, el verbo, la
expresión.
Con el tiempo se convirtió en un mensajero. Un profeta de la palabra, de la comprensión,
del amor y de la paz, que como John Lennon murió asesinado a tiros. Pero las balas, en
estos casos, no sólo no callan el mensaje, sino que por contraste, subrayan toda su verdad
. Esa que Facundo Cabral encontró “volando bajo”, predicando un estoicismo y una austeridad
que ponen en entredicho los agresivos mensajes del mercado. Cultor del desapego y de valores
espirituales, fue acribillado por sicarios.
Fue autista hasta los ocho años, pero aún después de muerto ya nadie podrá hacerlo callar.

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