Daniel scioli. | |
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Scioli debió experimentar un mal trago a menos de 48 horas de haber sonreído por su reelección. Ya advirtió algún ninguneo y cierto distrato del ala más ortodoxa del kirchnerismo. Aquella que se dice la versión oficial del pensamiento de la Presidenta Cristina. Serían los escuderos doctrinarios o los guardianes de la doctrina de la fe en el proyecto nacional. No siempre coincide esa autenticidad con la potencia cuantitativa. El ejemplo de la lista de Martín Sabattella, -de estricto orden neokirchnerista-, es más que elocuente. Rozó un 5,6 por ciento del voto positivo, de tal manera que corría el riesgo de no ingresar diputados propios al Congreso si iba con boleta separada. Lo doloroso para el sciolismo y para el propio mandatario es la total falta de reconocimiento de su influencia en la victoria del domingo pasado. Sólo las grandes marquesinas fueron para Cristina. No había lugar para otro padre de la victoria. Los demás se reportaron al cuartel de soldados, ni siquiera lugartenientes. Para el domingo, Scioli tenía la conciencia tranquila de haber hecho los deberes para sacar una estancia de ventaja a su contrincante kirchnerista. En realidad lo logró al decir de los sufragios obtenidos para uno y otro. Pero, contrariamente a las lógicas políticas y específicas del peronismo, Scioli no termina de marcar territorio. Es más, es posible que se lo empiecen a marcar a veces aprovechándose de la generosidad del mandatario para conceder espacios, aún a sus rivales, empezando por Gabriel Mariotto. Mariotto había señalado que todos los votos se corresponden sólo con Cristina Fernández y los demás son meros acompañantes que tiene la suerte de estar en el momento oportuno y en el lugar oportuno. Esto molestó y mucho a Scioli, quien, pese a esas interpretaciones tan agresivas de su compañero de fórmula, siguió como si nada hubiera ocurrido durante la campaña. En el acto del festejo volvió a hablar del “trabajo en equipo” y hasta dio una señal de amplitud al permitir que el vice cerrara el acto. Lejos de encontrar un ámbito agradable de diálogo o lo más parecido a una sociedad política, Scioli obtuvo una respuesta similar a la frialdad de un témpano. En el encuentro con Cristina, Sabattella recibió los mismos favores y cortesías que quien lo había decuplicado en votos. Evidentemente, el mensaje fue muy claro. Scioli fue muy importante para ganar las elecciones. Ahora, saber cómo sigue la historia, no parece ser asunto suyo, sino de quien se mantendrá por cuatro años más en la Casa Rosada. Scioli está acostumbrado a este tipo de “gestos”. En un rápido repaso habrá que contemplar sus ciclotímicas relaciones con Néstor. Su candidatura “testimonial” que le valió una fuerte baja en las encuestas en 2009. O cuando lo desafiaron a revelar quien le ataba las manos para combatir la inseguridad. El último gran mensaje de agradecimiento del kirchnerismo duro fue recordarle a través de medios masivos y redes sociales que él había obtenido 600 mil votos menos que Cristina. Obviamente es la diferencia que le sacó a Scioli la lista colectora de Sabattela. Pero los ortodoxos gustan de hacer visible este tipo de situaciones que remarcan que el liderazgo de Cristina explica, en principio, todo el triunfo. Scioli no reacciona, ni ve necesario hacerlo. Cree tener todo controlado y está convencido de que en algún momento pondrá los límites. Pero del decir al hacer hay un trecho importante sembrado de voluntad y táctica. En algún momento intentó elegir a su compañero de fórmula y cayó derrotado. Con Néstor Kirchner solía al menos resguardar las formas. Y demostrar que era él quien resolvía algunas problemáticas, cuando en realidad instrumentaba sugerencias con la mayor verticalidad. Si pronto no encuentra la receta, el kirchnerismo duro, que va por todo, difícilmente le respete, siquiera, esas formas. |
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