Finalmente, ayer, Clarín y La Nación se dieron el gusto de publicar un dato oficial que va en la dirección de ser funcional a su profecía autocumplida: desde el 1º de noviembre, según el Banco Central, se registró el retiro de 652 millones de dólares de cajas de ahorro y cuentas corrientes. La maniobra está armada por grandes operadores. Las 500 más grandes empresas de la Argentina tienen una tasa de rentabilidad muy superior al promedio y, sin embargo, su tasa de inversión es mucho más baja. Además, son las que más remiten sus ganancias a sus casas matrices y, según las autoridades fiscales, son las que más capacidad tienen de eludir o evadir impuestos. El gran dinero en negro que manejan estas compañías les permite alimentar el circuito ilegal de compra de billetes verdes que, según los medios opositores, se cotiza a cinco pesos un dólar. Dado que evaden el pago del Impuesto a las Ganancias. Dado que éste constituye el 35% sobre las utilidades, pagan por un dólar que está fuera del circuito legal algo menos de lo que les costaría pagar Ganancias. Pero, además, esta andanada les permite arrastrar a los pequeños inversores, temerosos de las ridículas versiones de pesificación forzada de los depósitos en dólares.
“Nada más temeroso que un millón de dólares” no es una frase de un marxista enemigo del capital sino atribuida al mismísimo Milton Friedman, creador e inspirador de la Escuela de Chicago, Premio Nobel de Economía 1976, el mismo año en que el discípulo dilecto de esa escuela neoliberal, José Alfredo Martínez de Hoz, tomaba el timón de los negocios de la dictadura cívico militar. En aquella oportunidad, los Chicago boys destruyeron todo el andamiaje del Estado para que el sector financiero tuviera algunos jugadores distintos a los buitres tales como la banca de inversión, la hipotecaria y la cooperativa.
El temor de los poderosos de las finanzas es que, con el apoyo popular logrado, la Presidenta oriente las reformas legales para fondear la banca de largo plazo destinadas a las viviendas, el crédito a las pymes y a las exportaciones, así como a acotar las superganancias de una banca comercial como la actual que tiene el 95% de los créditos destinados al consumo, cuyos rubros principales son autos, viajes, electrodomésticos. A su vez, está en el tapete la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central que todavía afirma que se trata de “una entidad autárquica del Estado nacional, cuya misión primaria y fundamental es preservar el valor de la moneda”. Renglón seguido sostiene que “en la formulación y ejecución de la política monetaria y financiera no está sujeto a órdenes, indicaciones o instrucciones del Poder Ejecutivo Nacional”.
Entonces, es dable preguntarse: si no dependen del Ejecutivo, ¿de quién dependen? ¿De los financistas que inundan los medios de “dólar paralelo” (ilegal) durante unos minutos para hablar otros minutos sobre “la inseguridad”? ¿Qué derecho pueden esgrimir los que alientan la ilegalidad del mercado de divisas cuando la actual Carta Orgánica dice que “son funciones del Banco Central vigilar el buen funcionamiento del mercado financiero y aplicar la Ley de Entidades Financieras y demás normas que se dicten, actuar como agente financiero del Gobierno Nacional, concentrar y administrar sus reservas de oro, divisas y otros activos externos, y propender al desarrollo y fortalecimiento del mercado de capitales y ejecutar la política cambiaria”?
Pelea cuerpo a cuerpo. El dólar es cobarde, tal como lo afirman los neoliberales y el Gobierno en el ajedrez de la realpolitik no puede espantar a los dólares. Sí debe ser estricto con la evasión y los circuitos ilegales, pero no parece una buena solución buscar una pelea frontal con la divisa norteamericana. Entre otras cosas, porque la estabilidad lograda tras ocho años y con cuatro por delante mejora las posibilidades de inversión externa y de mejorar la colocación de las exportaciones.
¿Cuál es la gran debilidad de quienes presionan con el dólar? Que no pueden contar con ningún dirigente político de la derecha que de la cara ni ninguna entidad empresarial, ni siquiera la que representa a los bancos extranjeros. Estos últimos, que tienen depósitos de ahorristas argentinos, algunos de los cuales sacan un poco de plata al colchón, están preocupados –especialmente los españoles– por el requerimiento de buena performance, dado que quieren calmar a sus accionistas. Además, están preocupados porque los negocios en las casas matrices van mal y tratan de llevar las remesas de utilidades en niveles más altos de los anteriores que, hay que decirlo, son muy altos.
Un dato significativo de la falta de apoyos visibles lo constituye la entrevista que le dio Federico Sturzenegger a Magdalena Ruiz Guiñazú y publicada en Perfil. Sturzenegger es presidente del Banco Ciudad y apoya las medidas de control del Gobierno Nacional a la vez que se desmarca del estímulo a los mercados ilegales de divisas. Es lógico que la administración de Mauricio Macri quiera transmitir calma a los ahorristas del Ciudad que están en dólares.
Con el correr de los días, la falta de interlocutores de esta corrida –artificialmente armada– en el mundo de la política tenderá a devaluar no el peso sino la propia corrida.
¿En qué se asientan los que hacen la presión devaluatoria? Creció la base monetaria en los últimos meses, los créditos están baratos, hay consumo, el crecimiento de los precios presiona pero no se escapan.
A su vez, los datos objetivos apoyan la idea de que el Gobierno no cederá a las presiones. Las reservas pueden bajar un poco pero termina un año bueno. Las exportaciones llegarán a 80 mil millones de dólares y las importaciones a 70 mil millones. En un año de fuerte expansión de la economía la demanda de productos importados está bajo control. La tasa de inversión de este año es récord y se ubica en algo más de 23 puntos del PBI. Las cuentas fiscales, en un año electoral y con muchas medidas de estímulo a la inclusión social, la redistribución y el consumo, terminan equilibradas.
Por otra parte, el efecto de la crisis europea no llegará fácilmente a la Argentina. Se trata de un país con escasa bancarización y una Bolsa de Comercio de bajo movimiento. Aunque sería deseable que el sector financiero crezca –con mejor orientación que la especulativa, claro está–, el poco peso relativo de las finanzas se convierte en un buen dato frente a la alta volatilidad de los mercados financieros internacionales.
Otro factor que da tranquilidad es que en marzo-abril se liquidan más de 10 mil millones de dólares de exportaciones y ese es dinero que va al Banco Central. Hay que pasar estos meses en los que entran pocas divisas. Un factor de peso –relativo– en contra es que Brasil compra menos autos. La ministra Débora Giorgi les pidió a las automotrices que no giraran dinero afuera.
Parece razonable que, con el apoyo de las urnas logrado por Cristina, la interlocución con las empresas requiere una evaluación seria por parte de éstas. Argentina es un país en franco crecimiento, estable, con una población contenta con su situación y con expectativas ciertas de mejoras para los sectores más postergados. A la vez, las reglas de juego son claras: habrá medidas para redistribuir ingresos a favor de la industrialización, la educación y los sectores sociales con necesidades acuciantes. Pero, también está claro, las reglas del juego serán lo que la Presidenta llamó en la reunión del G-20 “el capitalismo serio”. Esto no incluye mercados ilegales de divisas ni evasión grosera de impuestos. Por eso, cada actor económico y político debe hacer su propia evaluación de dónde quiere poner sus fichas: si en un escenario ilusorio de país inestable e imprevisible -que se derrumbó hace 10 años– o en uno de esfuerzo colectivo y gobierno popular.
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