La oposición, ese ente plural que reúne personalidades disímiles con una sola característica en común, se metió de lleno en la polémica que surgió dentro del kirchnerismo tras la elección de Carlos Zannini como vice de Daniel Scioli. La decisión, que relega a Florencio Randazzo entendiendo que Zannini era el principal impulsor de la candidatura del ministro, tuvo repercusión también en las filas opositoras.
Como siempre, la voz cantante la tuvo Elisa Carrió, pero también se sumaronErnesto Sanz, dirigentes del PRO y del Frente Renovador. Y si bien los dos primeros ya presentaron sus candidatos a vicepresidente, aún Mauricio Macri ySergio Massa no hicieron públicos los nombres de quiénes lo secundarán en el binomio presidencial. Cabe preguntarse qué rol juega la oposición, cuando no hace más que reaccionar ante cada paso del oficialismo.
Zannini puede ser una figura controversial o no; puede prender en el electorado o no; podrá ser un comisario político de Scioli o no, pero su elección es una decisión política, interna y meramente partidaria. Y ese tipo de decisiones se nutren de la sorpresa y el golpe de efecto. Minutos después de que María Eugenia Vidalanunciara su candidato a vicegobernador Cristian Ritondo (otra sorpresa, otro golpe de efecto), en diálogo con C5N Scioli confirmó a Zannini.
La oposición, en busca de adecuarse al formato humorístico e irreverente de las redes sociales, comenzó a mofarse por ese medio de la figura del gobernador. Le endilgan haber aceptado un custodio político. La pregunta surge sola: ¿por qué sectores alejados del gobierno opinan sobre decisiones que son estrictamente partidarias? ¿Por qué, si creen que es tan negativa la opción Zannini, no festejan una futura victoria en diciembre?
La respuesta es clara: porque no se tienen fe. Patricia Bullrich, Gilberto Alegre, Sanz, Carrió, saben que sus propuestas no tienen oportunidad de llegar alguna vez a tener una representación real en la Casa Rosada. Por eso eligen la postura declamatoria, de denuncia perpetua, que lo único que hace es atentar contra la construcción política. La indignación y la ansiedad pudo haberles jugado en contra, pero no debieran desatender el hecho que en política, como en todos los ámbitos, el que se enoja, pierde.
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