Las tapas de
Clarín y
La Nación creyeron –quisieron hacer creer– que Gabriel Mariotto llegaba con la peste a la fórmula con Daniel Scioli. Como siempre, sus impactantes títulos no son retomados los días siguientes para cotejar si la realidad y sus tapas tenían algún vínculo. Pocos días después, esos mismos medios mostraban la foto en la cual Scioli se mostraba en la Gobernación bonaerense al lado de Mariotto, con unos 30 dirigentes juveniles. Estaban la conducción nacional de La Cámpora –salvo Juan Cabandié, por la campaña en la Capital–, los referentes de la Juventud Sindical y de otras corrientes que participan del Frente para la Victoria. Lo que esos medios no consignaron es que la reunión fue convocada por el mismo Scioli que, el día anterior, había ido a reunirse con la ministra de Seguridad de la Nación, Nilda Garré, acompañado por su propio ministro del área, Ricardo Casal. No es un secreto que existen tensiones entre Scioli y Garré en cuanto al rol de la Bonaerense. Tampoco es un secreto que la alianza entre Scioli y la Casa Rosada, con Néstor Kirchner, primero, y con Cristina Fernández de Kirchner, después, funciona. Funciona como son los acuerdos políticos que perduran con el tiempo: con idas y vueltas, con mejores y peores momentos y con diferencias propias de la identidad y la visión del mundo que pueden tener la Presidenta y el gobernador. Menos que menos es un secreto que el kirchnerismo apostó a la construcción de las organizaciones territoriales, al fortalecimiento de las representaciones gremiales, de organismos de derechos humanos y, más recientemente, al impulso de la organización juvenil. Al mismo tiempo, Scioli construyó su fuerza en la imagen que cultiva a través de recorrer incansablemente los 135 municipios, de estar al pie del helicóptero cada vez que se produce algún crimen grave, pero también a la hora de inaugurar una fábrica o un barrio. Scioli tiene una vitalidad y una regularidad envidiables. Sin embargo, su visión de la política y del rol de la Argentina en el mundo es completamente diferente de la que tienen los principales referentes del kirchnerismo. Su principal esfuerzo está orientado a la comunicación política. Esto es, aprovechar su calma y su buena presencia en las cámaras de televisión y mantener una relación cordial con los medios masivos. Especialmente el grupo de Daniel Hadad y también
La Nación y el Grupo Clarín. Desde esa perspectiva, el llamado sciolismo –un grupo de dirigentes reducidos y el círculo íntimo de Scioli– no recibió con placer la llegada de Mariotto. Sencillamente porque, más allá del respeto que le tienen como dirigente peronista, es uno de los arquitectos de la nueva política de medios y particularmente de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Pero Scioli no es un dirigente de quedarse en la diferencia. Sabe sortear los obstáculos y advertir el escenario. Entre otras cosas, un escenario que, en la provincia de Buenos Aires, lo tiene muy bien posicionado en términos electorales. Pero un poco más debajo de lo bien posicionada que está Cristina Fernández de Kirchner. Es decir, la locomotora de la formación es la Presidenta. La que tiene el capital del liderazgo construido por Néstor Kirchner es ella. Y Scioli sabe que su lealtad y confiabilidad están intactas.
En ese escenario, Scioli sabe que Mariotto le suma a la fórmula puntos que él tiene flojos. Si bien Mariotto no es aún suficientemente conocido en la interminable provincia de Buenos Aires, tiene buena llegada a los jóvenes y a los sectores más comprometidos del pensamiento nacional y popular que ven en Scioli a alguien que no define nunca su compromiso en la causa latinoamericana, entre otras cosas. Scioli convocó a los jóvenes. Les propuso reuniones frecuentes. Les pidió que se sumaran a la campaña. Es un paso
No hay comentarios:
Publicar un comentario