Si Irán estuviera desarrollando un arma nuclear, estaría desviando uranio para concretar su objetivo.
Hay que prepararse para una tanda de “expertos” en Fox, CNN y la BBC que diseccionan interminablemente toda esa operación clandestina presentada como “evidencia”. Por ejemplo, el ex inspector de armas de la ONU David Albright, ahora en el Instituto de Ciencia y Seguridad Internacional (Isis, por sus siglas en inglés), que ya ha logrado la hazaña de volver de entre los muertos exhibiendo sus credenciales para “bombardear Irán” completas con diagramas e inteligencia satelital.
Si Irán estuviera desarrollando un arma nuclear, estaría desviando uranio para hacerlo. El informe publicado esta semana por el Organismo Internacional de Energía Atómica (Oiea) –por politizado que sea– lo niega rotundamente.
Si Irán estuviera desarrollando un arma nuclear, los inspectores de la ONU que trabajan para el Oiea hubieran sido expulsados del país.
Irak no tenía un programa de armas nucleares en 2002. Y a pesar de eso fue sometido a “conmoción y pavor”. La misma base lógica se aplica a Irán.
Lo que Teherán puede haber realizado –si se ha de creer en la información comprometida utilizada en el informe del Oiea– es una serie de experimentos y simulaciones computarizadas. Todos lo hacen, por ejemplo países que han renunciado a la bomba, como Brasil y Sudáfrica.
Lo que indudablemente quiere el Cuerpo de Guardias Revolucionarios (Irgc) –a cargo del programa nuclear– es un disuasivo. Es decir, la posibilidad de construir una bomba nuclear en caso de que enfrenten una amenaza inequívocamente establecida de cambio de régimen provocada, con gran probabilidad, por un ataque e invasión estadounidense.
Abundan las dudas sobre la competencia –o imparcialidad– del nuevo jefe del Oiea, el manso japonés Jukya Amano. La mejor respuesta se encuentra en este cable de Wikileaks.
En cuanto al origen de la mayor parte de la autodescrita información “creíble” del Oiea, hasta el New York Times se vio obligado a informar de que “parte de esa información provino de Estados Unidos, Israel y Europa".
Todo esto se complementa con los ladridos de los perros de guerra que ya se oyen. Los subalternos europeos podrán ser suficientemente incompetentes para ganar una guerra en Libia (lo consiguieron sólo cuando el Pentágono se hizo cargo de la inteligencia satelital). Podrán ser suficientemente incompetentes para controlar el desastre financiero en Europa. Pero Francia, Alemania y el Reino Unido ya han estado ladrando, pidiendo sanciones más duras contra Irán.
En Estados Unidos, demócratas y republicanos por igual piden no sólo sanciones; en el caso de republicanos insanos, lo que claro está, es un oxímoron, piden una nueva versión de “conmoción y pavor”.
Se arremolinan los rumores sobre una reciente afirmación del Cuerpo Islámico de Guardias Revolucionarios (Irgc), según la agencia noticiosa Fars, de que bastan cuatro misiles iraníes para disuadir a Israel. Esos misiles podrían –o no podrían– ser los misiles crucero nucleares soviéticos Kh-55 de Ucrania y Belarús, con un alcance máximo de 2.500 kilómetros, que Irán puede haber comprado hace años en el mercado negro.
El Irgc, por supuesto, no dice nada. Sólo alimenta la niebla de (pre)guerra, ya que nadie sabe exactamente hasta qué punto Irán está bien defendido.
Es un secreto a voces en Washington que el cambio de régimen forma parte de los juegos de guerra del Pentágono por lo menos desde 2004. ¿Cómo lograrlo? Es tan simple, piensan los belicistas. Convencer a Obama de que en lugar de pulverizarle los conservadores besarán sus zapatos y será canonizado como el “re-acelerador” de la economía de Estados Unidos si sólo va y libra otra guerra.
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