Los combates de semifondo hartaban al público, pero las pugilísticas declaraciones y acciones de los tres principales actores del peronismo en la última semana son peleas por un título que se pone en juego demasiado temprano. A los bifes andan quienes hace sólo unos meses le dieron una paliza a la oposición y ahora, sin rivales de fuste, gastan energías en rencillas entre ellos.
Y a los bifes deberán ir (es decir, a la charla, sin vueltas) para resolver cuestiones que ya comienzan a afectar a la sociedad. Y así lo entienden tanto Cristina Fernández de Kirchner como Hugo Moyano y Daniel Scioli. El problema es que ese “ir a los bifes” es para todos diferente, entonces, terminan a los cachetazos. Como el que, con el paro, le dio el camionero a la Presidenta; como el que le pegó ella a Scioli, por haber coqueteado con el camionero; y como el que el bonaerense amaga pero contiene.
Eso sí, el Gobernador y su entorno reafirman a cada minuto que no se irán del proyecto aunque vengan degollando. Algunos foráneos comienzan a especular, en cambio, que Scioli mete solo la cabeza en la guillotina con la permanencia en el FpV.
Cada vez más actores ultra K sueñan con ver al bonaerense del otro lado de la vereda, “en la que se pone cuando se saca una foto con Moyano”, según torean. Pero en otros sectores del peronismo alineados a la Presidenta ven arriesgada esa estrategia. “Tiramos mucha gente para el otro lado; lo tiramos a Moyano, ahora lo queremos tirar a Scioli, y nos quedamos con poco. ¿O a ver si pensamos que una presidenta sin reelección la defendemos sólo con La Cámpora o Sabbatella?”, se sinceró ante La Tecla un operador alineado a un referente seccional.
Esos sectores peronistas, en los cuales debe anotarse a la mayoría de los intendentes, son espectadores neutrales mientras la pelea es pareja, y con formidable capacidad para pasar a ser hinchas fanáticos de quien muestre más fortaleza al final de la puja.
Moyano, con el afán de mantenerse en la CGT e indisimulada ambición política, se plantó en el cuadrilátero y golpeó a la dama. Había compartido vestuario antes con Scioli, a quien le llovieron críticas, más cuando el sindicalista llamó al paro.
“Lo sabía, él lo sabía, y por eso se fue”, vituperan a los cuatro vientos los kirchneristas, y redoblan la crítica por el viaje del Gobernador a Italia mientras Moyano ensayaba su uppercup. “Scioli tenía programado desde antes el partido con Moyano, y el viaje a Italia, por un compromiso social, se había confirmado hace tres meses”, se defendieron voceros del mandatario.
Sea como fuere, esa situación ubicó al bonaerense en la misma línea de fuego que el camionero. De hecho, pasado el paro de Moyano, quedará mucha tela para cortar respecto de los acuerdos entre la Provincia y la Nación por la asistencia financiera.
Cristina abofeteó primero a Moyano y, en un reparto al por mayor, dejó para lo último al Gobernador y sus reclamos financieros. Dijo: “En 2011 los fondos nacionales transferidos a la provincia de Buenos Aires, por coparticipación, obras públicas, jubilaciones, subsidios, todo lo que significa ejecución del presupuesto nacional, fue de 136.296 millones de pesos, un 130 por ciento más que el presupuesto total de la Provincia”. Luego dio una lista de provincias (oficialistas y opositoras) que no le solicitan dinero para pagar salarios y gastos corrientes. “Hay que decir las cosas en serio y tener los números claros. Hay que gestionar, poner la cara y administrar, como hago yo todos los días de mi vida”, espetó, y mandó a Hernán Lorenzino a auditar los números bonaerenses.
No solamente de boca de la oposición se escuchó hablar de “intervención económica”. Esa sensación quedó en el aire denso de una conferencia cargada, y se respiró en la tarde del martes en toda la Provincia.
¿Necesita el Estado nacional más auditoría económica que la firmada en diciembre pasado, cuando las provincias quedaron comprometidas a develar todas sus cuentas al firmar la postergación de deudas?
Como informó La Tecla en su edición del 19 de enero del corriente, el pacto que le permitió a la Provincia patear hacia delante los compromisos financieros de este año incluyó una serie de pautas (ver recuadro), por las cuales la administración bonaerense debía informar sus movimientos de caja y personal a Economía nacional.
Todos dicen que cumplen, y por eso es curioso que en Nación aseguren que “falta información”, o pongan en duda lo que verdaderamente necesita Buenos Aires para cumplir con sus obligaciones. Por ese motivo, enviar a Lorenzino a espiar aún más la caja es para muchos “un juego similar al que hace el FMI con los países”.
La Presidenta también dijo “yo no soy operable”, en alusión a los mensajes que en la jerga periodística se conocen como operaciones de prensa. Ya no hablaba ahí de dinero, o no solamente hablaba de dinero, sino de esas fotos a las que Scioli es afecto y sobre las que no suele hacer diferencias entre amigos y enemigos del poder central.
“Queremos tipos que jueguen a pleno con el Gobierno o que, definitivamente, se pongan del otro lado, como lo hace Moyano, que al final parece más sincero, no que den señales para uno y otro lado”, dijo un funcionario cercano al vicepresidente.
La foto y el viaje cayeron mal, pero peor cayó en Olivos la tibia declaración de Scioli en medio del conflicto, donde pidió responsabilidad a todos, no sólo al gremialista. Era lo que faltaba para acelerar la decisión de no enviar el dinero necesario para asegurar sueldos y aguinaldo. Incluso esa determinación exclusiva de la Presidenta generó discusiones puertas adentro entre los K.
Algunos, como el propio Lorenzino, habían sido portadores de un compromiso, asumido de palabra, de entregar los fondos necesarios a cambio de la firma de Scioli en el decreto del revalúo fiscal a los campos.
El rigor se extiende más allá de las arcas bonaerenses. La estrategia política y electoral es “o juegan a pleno con nosotros o se las arreglan como pueden”. Faltan tres años, y va a seguir siendo así. “No queremos réplicas de Scioli”, dijo un funcionario a este medio. ¿Qué es una réplica de Scioli? “Moverse siempre en zona gris; esto es blanco o negro, o se juega por completo o está del otro lado”. El mandatario bonaerense nunca lo hizo, no lo hará e insistirá en mantenerse alineado a la Presidenta.
Los celos porque la máxima autoridad de la Provincia no baja en las encuestas juegan otro rol clave, y el arma para socavar ese pedestal es la financiera.
Hasta ahora, quienes boxeaban a Scioli en el oficialismo eran otros, pero no Cristina. A las 13.15 del martes 27 fue directamente ella quien se calzó los guantes, y eso derribó algunos argumentos del sciolismo.
Más aún: sumergió a los hombres del Gobernador en el silencio. “No vamos a contestarle a la Presidenta”, se repitió en todos los despachos. Aun con libreto estudiado para responder, el silencio gobernará mientras dure la negociación por las divisas.
La postura es la de permanecer como soldados del cristinismo. “Siempre uno quiere dialogar, y vamos a seguir por el mismo camino”, le había dicho un secretario de Estado provincial a La Tecla horas antes de que hablara la Presidenta. Lo reafirmaron otros después del discurso.
Se reclaman interlocutores que eviten llegar a este nivel de confrontación, pero ella no los tiene, ni amaga con cambiar esa posición. De hecho, cada vez toma más intervención propia sobre los temas bonaerenses.
En la relación económica, en Nación perdió peso Juan Carlos Pessoa, y con ello se dificultan las conversaciones con un ministerio cada vez más controlado por La Cámpora, una de las principales fuerzas de choque internas contra el Gobernador.
“Veremos cómo termina esto de la plata, pero si no hay asistencia deberán plantearse algunas cosas con mayor claridad”, ensayó con tibieza un sciolista ante la insistencia en qué pasaba si el dinero no llegaba. Enseguida retrucó: “Vamos a seguir apoyando a Cristina, como lo hemos hecho siempre; hay una década de testimonio al respecto”.
Un asesor del Gobernador disparó: “Hay una confusión entre lo que es real y lo que es obsecuente; Daniel apoya siendo como es, no podemos pretender que todos sean iguales. En el oficialismo hay heterogeneidad, y la gran arquitectura de Néstor Kirchner fue en esa heterogeneidad; pretender que todos seamos iguales es una patología política”. Y agregó: “Scioli siempre jugó con una claridad meridiana desde 2007 en adelante, el apoyo nunca tuvo ambigüedades, y si utilizan el mismo rasero deberían fijarse que hay gente que se saca fotos con adversarios del gobierno provincial; entonces ¿hay que pensar que hay un doble estándar”.
“Scioli nunca dijo ‘vamos por todo’, ni lo va a decir. Con esta característica, siempre sumó”, saben los sciolistas. A los coscorrones de Néstor y Cristina los resistió y volvió a quedar parado, como uno de esos punching balls con base cóncava y rellenos de arena.