El kirchnerismo había imaginado que un triunfo aplastante de Nicolás Maduro iba a derramar sobre el continente y empujaría la reelección de Cristina. En las horas previas a la elección hubo un pedido de apoyo explícito del chavismo al Gobierno. El rol de José María Olazagasti y el temor al efecto Lanata.
El apretado y sospechado triunfo de Nicolás Maduro en la elección presidencial de Venezuela alteró los ánimos de Cristina Kirchner, quien programó un viaje a Caracas para esta semana y envió a Boudou a la "celebración" del chavismo que mostró caras largas y tensas, en el palco del Palacio de Miraflores en la madrugada del lunes.
El ajustado final, con denuncias de fraude de la oposición, dejó parado al Gobierno que s ehabía entusiasmado con un triunfo aplastante de Maduro -las primeras encuestas hablaban de una diferencia de 20 puntos, para subirse a la ola y empujar en la Argentina la reelección de CRistina.
Fue la bandera que llevó al acto de cierre del chavismo Diego Maradona, quien se mostró con una camisa que decía Cristina 2015. Conocidos los resultados en el equipo que envió Julio de Vido a Caracas primó el bajón y en la Argentina hubo un notable silencio de radio que incluyó a todo el espectro argentino.
Hoy a la mañana los funcionarios del Gobierno trataban de consolarse imaginando que con seis años por delante, Maduro podrá reconstituir su poder.
Es que no sólo el efecto político estaba en juego. También hay intereses muy importantes que dependen del chavismo.
Venezuela representa un aliado clave para el Gobierno en su desesperada búsqueda de garantizar el abastecimiento energético. Es una d elos pocos países que financia al país en las costosísimas compras de combustible para abastecer la generación eléctrica y el transporte.
Henrique Capriles, el candidato opositor, sorprendió en la campaña al denunciar que Argentina le debe a Venezuela 13 mil millones de dólares por esas operaciones, casi la misma cifra que representa el déficit energético de este año.
La fructuosa relación se inició en el primer gobierno de Néstor Kirchner y tiene un silencioso personaje como principal protagonista: José María Olazagasti, secretario privado de Julio de Vido en los papeles, pero en los hechos lazo inmediato entre la Casa Rosada y el palacio de Miraflores.
“Olazagasti hablaba con Chávez. Y Cristina, que no le gusta intermediar con funcionarios, lo tenía que llamar para coordinar acciones, como la venta de decodificadores para la televisión digital”, contó a LPO una fuente del Ministerio de Planificación.
El efecto Lanata
No fue una noche fácil para Olazagasti: sufrió la agridulce elección de Maduro y el informe de Periodismo Para Todos sobre los casos de corrupción del empresario Lázaro Baez, quien habría tenido un vínculo cercano a De Vido durante la presidencia de Kirchner. No tanto ahora, cuando Cristina prefiere hablar en forma directa con los pocos empresarios que atiende, como es el caso de Lázaro.
Fue por ese vínculo que pocos le creyeron cuando declaró a la justicia desconocer al empresario venezolano Guido Antonini Wilson, quien en 2007 ingresó al país con una valija de 800 mil dólares.
Pocos días antes de la elección Cristina supo por Olazagasti, que Maduro no ganaría con la holgura que lo hizo Chávez, quien en octubre aventajó a Capriles por 10 puntos. Y que necesitaba un apoyo explícito del Gobierno.
Ante el pedido de apoyo, evitó poner el cuerpo y envió a Boudou a Caracas, donde tuvo que mostrarse al lado de Maduro en el palco, el mismo donde Chávez en octubre ni siquiera subió a un representante de otro país.
Cristina aterrizará el miércoles a Miraflores para verse con Maduro, justo un día antes del cacerolazo que le harán en Argentina. Será un gesto de apoyo necesario en una relación que no puede quebrarse.
La presidenta deberá seguir de cerca también la construcción de poder del nuevo jefe de Estado venezolano -ya se habla de un inminente cambio de gabinete-, quien claramente no logró mantener el peso de su antecesor y perdió un millón de votos ayer.
La clave será el control del Ejército, que tiene más llegada al ex militar Diosdao Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y rival de Maduro.
Debe lidiar con una crisis económica severa, que lo obligó a devaluar dos veces la moneda y que acaso haya contribuido a la sangría de votos que sufrió. El papel de los aliados regionales será clave para darle estabilidad a un gobierno que arrancó complicado.
El ajustado final, con denuncias de fraude de la oposición, dejó parado al Gobierno que s ehabía entusiasmado con un triunfo aplastante de Maduro -las primeras encuestas hablaban de una diferencia de 20 puntos, para subirse a la ola y empujar en la Argentina la reelección de CRistina.
Fue la bandera que llevó al acto de cierre del chavismo Diego Maradona, quien se mostró con una camisa que decía Cristina 2015. Conocidos los resultados en el equipo que envió Julio de Vido a Caracas primó el bajón y en la Argentina hubo un notable silencio de radio que incluyó a todo el espectro argentino.
Hoy a la mañana los funcionarios del Gobierno trataban de consolarse imaginando que con seis años por delante, Maduro podrá reconstituir su poder.
Es que no sólo el efecto político estaba en juego. También hay intereses muy importantes que dependen del chavismo.
Venezuela representa un aliado clave para el Gobierno en su desesperada búsqueda de garantizar el abastecimiento energético. Es una d elos pocos países que financia al país en las costosísimas compras de combustible para abastecer la generación eléctrica y el transporte.
Henrique Capriles, el candidato opositor, sorprendió en la campaña al denunciar que Argentina le debe a Venezuela 13 mil millones de dólares por esas operaciones, casi la misma cifra que representa el déficit energético de este año.
La fructuosa relación se inició en el primer gobierno de Néstor Kirchner y tiene un silencioso personaje como principal protagonista: José María Olazagasti, secretario privado de Julio de Vido en los papeles, pero en los hechos lazo inmediato entre la Casa Rosada y el palacio de Miraflores.
“Olazagasti hablaba con Chávez. Y Cristina, que no le gusta intermediar con funcionarios, lo tenía que llamar para coordinar acciones, como la venta de decodificadores para la televisión digital”, contó a LPO una fuente del Ministerio de Planificación.
El efecto Lanata
No fue una noche fácil para Olazagasti: sufrió la agridulce elección de Maduro y el informe de Periodismo Para Todos sobre los casos de corrupción del empresario Lázaro Baez, quien habría tenido un vínculo cercano a De Vido durante la presidencia de Kirchner. No tanto ahora, cuando Cristina prefiere hablar en forma directa con los pocos empresarios que atiende, como es el caso de Lázaro.
Fue por ese vínculo que pocos le creyeron cuando declaró a la justicia desconocer al empresario venezolano Guido Antonini Wilson, quien en 2007 ingresó al país con una valija de 800 mil dólares.
Pocos días antes de la elección Cristina supo por Olazagasti, que Maduro no ganaría con la holgura que lo hizo Chávez, quien en octubre aventajó a Capriles por 10 puntos. Y que necesitaba un apoyo explícito del Gobierno.
Ante el pedido de apoyo, evitó poner el cuerpo y envió a Boudou a Caracas, donde tuvo que mostrarse al lado de Maduro en el palco, el mismo donde Chávez en octubre ni siquiera subió a un representante de otro país.
Cristina aterrizará el miércoles a Miraflores para verse con Maduro, justo un día antes del cacerolazo que le harán en Argentina. Será un gesto de apoyo necesario en una relación que no puede quebrarse.
La presidenta deberá seguir de cerca también la construcción de poder del nuevo jefe de Estado venezolano -ya se habla de un inminente cambio de gabinete-, quien claramente no logró mantener el peso de su antecesor y perdió un millón de votos ayer.
La clave será el control del Ejército, que tiene más llegada al ex militar Diosdao Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y rival de Maduro.
Debe lidiar con una crisis económica severa, que lo obligó a devaluar dos veces la moneda y que acaso haya contribuido a la sangría de votos que sufrió. El papel de los aliados regionales será clave para darle estabilidad a un gobierno que arrancó complicado.
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